A sangre fría
“Cuando Dios te da un don, también te da un látigo, y el látigo es únicamente para auto flagelarse”. Truman Capote sabía de lo que hablaba cuando esbozó esa aguda frase, porque tenía un talento que supo desarrollar hasta revolucionar el mundo literario. Pero al mismo tiempo, su obra maestra A Sangre Fría (1966), significó para el autor una experiencia que lo marcó hasta el fin de su vida y sólo lo condujo al sufrimiento.
Muchas veces la realidad supera a la ficción, y en otras tantas ocasiones ambas pueden ir de la mano. Truman Persons, como se conocía a Capote antes de adoptar el nombre de su padrastro, conocía muy bien esta última posibilidad. Este extravagante escritor tuvo la destreza que le permitió convertir un asesinato múltiple que conmocionó a la sociedad estadounidense en 1959, en una novela que lo llevó a ser el centro de atención de todos los medios del país.
Todo comenzó una mañana, cuando la paz del pequeño y tranquilo poblado de Holcomb, en el estado de Kansas, se vio alterada por cuatro brutales asesinatos. El matrimonio Clutter y sus dos hijos adolescentes, una familia metodista de buen pasar, fueron encontrados muertos en el caserón de su granja en las afueras del poblado. Habían sido atados y acribillados por dos desconocidos que no tenían motivo aparente.
Sin embargo, esta tragedia no sólo sacudió a la sociedad norteamericana e implantó el temor en sus hogares, sino que fue el punto de partida para que Capote, enviado especial de The New Yorker al lugar del hecho, comenzara a gestar lo que sería su novela más reconocida: A Sangre Fría.
Por su parte, los homicidas, Richard “Dick” Hickock y Perry Smith, dos convictos bajo libertad condicional, habían llegado a la casa de los Clutter con la errónea idea de que en ella había al menos 10.000 dólares guardados en una caja de seguridad. Si bien, los delincuentes no hallaron lo que buscaron, esto no evito que les quitaran la vida a los cuatro miembros de la familia.
Ambos criminales fueron condenados a morir en la horca un año después del asesinato. Sin embargo, se rechazó la sentencia porque se alegó “injusticia en el proceso” y los acusados continuaron con vida. Pero en 1965 el caso se reabrió y se cumplió al fin la condena tras un largo y tedioso proceso.
Por su lado, el escritor pasó esos seis años siguiendo de cerca las investigaciones y relacionándose con los habitantes de Holcomb.
Esto último no le resultó nada fácil, ya que en un principio, la gente del pueblo lo rechazaba por su excéntrica manera de ser y su homosexualidad. Sin importarle demasiado los obstáculos, Capote, acompañado por la escritora Harper Lee, logró recolectar la suficiente información para construir la estructura de lo que sería A sangre Fría. Además, Yendo aún más lejos, el autor entrevistó a los asesinos en la prisión cuando estos fueron atrapados y entabló con ellos una relación amistosa.
Por desgracia, este hecho en particular contribuiría luego a que el novelista sufriera una profunda depresión que duró hasta el día de su muerte, y que en cierto sentido la provocó. El escritor se vio inmerso en un difícil dilema moral: por un lado, deseaba desesperadamente publicar su libro, por el otro, la finalización de su obra significaba la muerte de dos hombres que lo consideraban su amigo.
Horas antes de sufrir la pena capital, Dick y Perry le pidieron a Capote que asistiera a la ejecución y así lo hizo el novelista. Tras la muerte de ambos, este no pudo contener sus lágrimas, y después confesó: “los conocía tanto como me conozco a mi mismo”.
Luego de publicar la novela, comenzó a derrumbarse la vida privada del autor. Sus problemas personales se agravaron, su adicción al alcohol y a los psicofármacos empeoró; esto se sumó a su depresión y logró un cóctel mortal.
El 25 de Agosto de 1984, a pocos días de cumplir los 60 años de edad, Truman Capote murió en Los Ángeles por una intoxicación provocada por el excesivo consumo de drogas.
“Escribir el libro no me resultó tan difícil como tener que vivir con él”, había confesado el novelista ligando de esta manera su estado anímico con la obra. El autor se involucró tanto en su libro que este se convirtió en un arma de doble filo que terminó por destruir su salud.
Pero, hasta qué punto A sangre fría provocó la depresión de su creador, y hasta dónde fue prudente introducirse en una investigación de ese tipo.
Existen casos similares, como el del escritor norteamericano Kurt Vonnegut, quien se hundió en la depresión, el alcohol y las drogas luego del éxito de su novela Matadero 5. También se podría nombrar al escritor William Styron, que sufrió la misma enfermedad anímica hasta el día de su muerte en 2006. Su malestar fue provocado por los horrores que narraba en sus novelas, inspirados por hechos reales como el Holocausto.
Por otro lado, vale decir que existieron otros factores que motivaron el declive de Truman Capote: su infancia fue difícil, alejado de padres divorciados; sufrió muchas decepciones amorosas y siempre tuvo problemas con su dependencia de los tranquilizantes y el alcohol. Sin embargo, resulta evidente que la novela significó un punto de inflexión y el inicio de una caída irreversible.
“Mucha gente pensó que yo estaba loco por pasarme seis años vagando a través de la llanura de Kansas; otros rechazaron de plano mi concepción de la novela real, declarándola indigna de un escritor serio”, recordó Capote criticas anteriores a la publicación del libro, luego del éxito que el mismo logró.
Lo innegable es que los años de enorme esfuerzo desembocaron en resultados de iguales proporciones, porque, criticada o admirada, la novela se ha convertido en un punto de partida para un género totalmente nuevo de escritura: el nuevo periodismo o para los estadounidenses non-fiction novel. Aquí vale recordar una de sus frases más repetidas del creador de este estilo: “La disciplina es la parte más importante del éxito”.
En conclusión, A sangre Fría revolucionó la concepción del periodismo en la década de 1960 y, a la vez, cambió la historia de la literatura, o quizás lo más destacable es que logró que ambos rubros caminaran juntos. Pero el alto precio que debió pagar su autor, no deja dudas de que hasta la última gota del capital artístico de Truman Capote está impresa en cada párrafo de esta fascinante novela.
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